En Tiempo de indulto
Hace 2 años,
fue muy comentada la presencia de la solicitud de indulto emitida por parte de
la iglesia, hacia el presidente de la república Sebastián Piñera, tiempo antes
de que se acercase su discurso presidencial, del 21 de mayo. Aquella solicitud,
conocida popularmente como Indulto Bicentenario, proponía un indulto que dentro
de sus mencionados, a pesar de sostener un rechazo por diversos sectores,
incluye a militares condenados por delitos como de lesa humanidad.
Debemos
entender por indulto como un motivo de extinción de la responsabilidad penal,
lo que supone el perdón de la pena. Funciona de diferente modo en comparación
con la “amnistía”, ya que el indulto no significa que la persona ya no sea
culpable, si no que se le es perdonado el cumplimiento de la pena; y dentro de
los indultos, se encuentra el caso del indulto total, que comprende la remisión
de todas las penas que aún no hubieren sido cumplidas, y el indulto parcial,
donde hay remisión de alguna o algunas penas impuestas.
Volviendo al
contexto, la iniciativa fue dirigida por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz
y el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Alejandro Goic. La
iniciativa, contenida en el documento bautizado “Chile, una mesa para todos en
el Bicentenario”- fue entregado al mandatario y posteriormente expuesto en la
página web de la Iglesia. También como olvidar las palabras “no seria completa
la mesa para todos si no considerásemos en esta petición a quienes cumplen
penas por delitos contra los derechos humanos cometidos durante el régimen
militar” por parte del connotado Cardenal.
A mi juicio de
entender la situación, fue muy noble la iniciativa llevada por Monseñor
Alejandro Goic y Cardenal Errázuriz, y a su vez representando a la Iglesia; de
poner a oídos a de todos y más aún en un momento y año de fiesta, como sería
nuestro anhelado bicentenario, la intención de salvar y atenuar la los
sufrimientos de vida de aquellas personas que estaban en situación de presidio,
algunos por crímenes menores y otros por obedecer órdenes, como en el caso de
los militares presos, que de lo contrario hubiese significado su exilio o más
aún, la muerte.
A pesar de
que muchas familias se levantaron, tomaron palabra y alzaron su voz, sumado a
que en el discurso presidencial del 21 de mayo, el Presidente no haya elegido
tomar y hacer cumplir este proyecto e iniciativa, mi postura es crítica con
respecto a esta decisión, porque a pesar de todo lo ocurrido y el daño hecho,
estamos enfrentándonos a la vida de personas, que frente a todo, lo siguen
siendo, merecen respeto, tienen sus derechos y sobre todo, no se les puede
quitar el derecho a ser perdonados, más aún aquellos que poco o nada pudiesen
haber hecho en medio de las situaciones sufridas en este país, donde la tiranía
se hiso valer, y la fuerza superó a la razón. Por eso creo que nuestro
Presidente debió evaluar con más reflexión y meditación la situación, la
propuesta y las personas involucradas; quizás logrando llegar a una mejor
decisión, mas óptima para las personas enfatizadas, especialmente en un año tan
importante como lo fue el Bicentenario de nuestra Nación, nuestra cultura,
nuestro país, Chile, un lugar único, singular, lleno de distintos grupos y
etnias, que junto a todos, luchan por sus derechos y ser reconocidos, sin
olvidar al hermano que ha caido.
Javier Añazco
y Guillermo Carrasco.
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